viernes, 2 de mayo de 2008

Puede ser borracho, pero no sea ingrato

Hoy es viernes, "sábado chiquito", dicen algunos. Antes teníamos la costumbre de beber todos los viernes. A eso de las 5 de la tarde empezábamos a buscarnos unos a otros en la universidad para ir a alguno de los rústicos bebederos en los que pasábamos varias horas bebiendo. Las mismas personas, el mismo lugar, la misma bebida, los mismos chistes, las mismas carcajadas. Una especie de ritual, de liturgia, como la misa. Al fin y al cabo, la misa es una re-actuación de la última cena, que también fue una reunión con la misma gente y el mismo lugar y todo eso.

Los borrachos desarrollan sus propios procedimientos, sus propios rituales y liturgias: golpear con el codo el culo de la botella de ron para que no se atasque la tapadera, levantar vasos y botellas a la altura de los ojos para brindar recitando trillados versos como "amargo licor, dulce tormento, ¿qué haces allí?, ¡vamos pa'dentro!". Y se sienten de lo más originales cuando hacen todo esto. Y cuando uno está de visitante en algún grupo de bebedores, tiene que poner cara de sorpresa ante tanta creatividad. Yo lo hago sin esfuerzo, de manera totalmente genuina. De veras me sorprendo ante las mismas cosas de todos los viernes, pero es algo imposible de entender cuando uno está sobrio.

Hay rituales más elaborados. Por ejemplo, derramar unas gotas de licor antes de empezar a beber "para darle a la Tierra lo que le corresponde." Dicen que cuando uno bebe y no muestra el debido respeto ante el planeta dándole algunas gotas de vino, ron, güisqui o guaro raspador, la Tierra sedienta empieza a tratar de alcanzar la bebida por su cuenta, y toda la naturaleza acude en su ayuda. El líquido escapa por donde puede para caer al suelo: se sale por las orillas del vaso cuando uno mueve el trago, cae de la boca de la botella cuando uno trata de servirse y el vaso se mueve pa'delante, pa'trás, pa'los lados, y a veces la atracción es tan intensa que vasos y botellas caen de la mesa o de la mano, y a veces caen vaso y bebedor juntos y la Tierra toma por las malas lo que no se le dió por las buenas.

Y algunos dicen que los sismos y temblores no son más que reclamos de una Tierra sedienta, que se vale de los movimientos telúricos para obtener bebida. Y cuando la ingratitud humana llega a ser intolerable, suceden los grandes terremotos. Mejor, por si las dudas, derramar un poquito de vino, no sea que todas las botellas se vengan abajo para calmar la sed de la Tierra cuando los borrachos son desconsiderados.

1 comentario:

Pirata Cojo dijo...

La pachamama reclama lo suyo, es una ley, ahora que lo pienso, las tánicas que se me han quebrado no fueron casualidad y en cuanto a los rituales, tenés mucha razón, chistes, brindis y un largo etc. se repiten.

Malhaya aquellos viernes consecutivos con venadryl o vodka, se han ido espaciando.