jueves, 5 de junio de 2008

El Gigante Verde

No sé ni cuándo ni cómo terminé inscrito en un servicio de internet que se llama Tickle, ni estoy muy seguro de qué se trata exactamente, y menos de qué viven. Lo cierto es que cada cierto tiempo le mandan a uno baterías de preguntas que, se supone, sirven para saber si uno está contento con su trabajo, si es racista, si tiene estabilidad emocional, etc.

Esta semana mandaron uno para medir el "IQ verde" de las personas, lo que podríamos llamar su inteligencia ecológica, el conjunto de conocimientos, destrezas y actitudes que habilitaría a una persona para reducir su impacto ecológico y ser más amigable con el ambiente y, por tanto, con los congéneres.

Y el resultado fue que soy un "Gigante Verde", pero no como Hulk, sino como el de las latas de arvejas, espárragos, maíces dulces o verduras mixtas. De acuerdo al cuestionario, tengo una inteligencia ecológica bien desarrollada. Esto tiene toda una serie de implicaciones:

Primera, le da un empujón a mi autoestima, porque siento que de alguna manera "me puse al día" puesto que ni yo ni mis coetáneos fuimos educados con mentalidad ambientalista, ecologista, ni nada que se le parezca. Nuestra relación con la naturaleza estaba definida por las siguientes
Reglas para relacionarse con su entorno natural
  1. Si se topa con un animal pequeño e inofensivo, como una cucaracha o una lagartija, mátelo.
  2. Si se topa con un animal grande y/o peligroso, como un león, una culebra venenosa, un sapo lechoso o un gusano de calentura, no lo toque (pero, si puede, mátelo.)
  3. Si se topa con cualquier otra cosa dentro de la naturaleza, haga lo que se le dé la gana. El hombre es el rey de la creación.
Estábamos convencidos de que los pájaros, las ardillas, los micos, las lagartijas, y cualquier otro animal que anduviera por el aire, los árboles, el suelo, o debajo de él, había sido creado para que nosotros lo apedreáramos, y si yo no maté nunca un animal con la honda no fue porque me faltaran ganas, sino porque me faltó puntería. Mi status de gigante verde significa que he superado esta mentalidad. Ya no pienso, como mucha de la gente que conozco, que los animales, las plantas y el ambiente son "sacrificables" en aras de un supuesto "progreso" consistente en urbanizar y pavimentar el mundo, erradicar cualquier ser vivo que ose andar por los alrededores (excepto los hijos y las mascotas, tan lindos), y vivir entre metales, vidrios y cosas electrónicas.

Segunda, me preocupa no saber qué es lo que tiene que hacer un gigante verde para justificar semejante status. Uno ve que los activistas de Green Peace hacen cosas verdaderamente temerarias, como encadenarse a las hélices de los barcos destinados a botar basura en el Golfo de Cádiz, volar en globo sobre los sitios en los que se sospecha que gobiernos ecológicamente malcriados --como el de Francia-- pretenden realizar pruebas nucleares, o meterse entre los balleneros japoneses y las ballenas en minúsculas balsas para estorbar la cacería de los cetáceos. Pero yo no puedo hacer eso, sobre todo lo último, porque quién sabe si la balsa me aguantaría, y además podrían confundirme con la ballena y hacer un tiro directo. Yo estoy registrado en Green Peace como un humilde ciberactivista, alguien que gasta sus ojos y sus neuronas frente al computador distribuyendo información importante en vez de re-enviar a ciegas empalagosas presentaciones de powerpoint con pajaritos y atardeceres, que primero te desean lo mejor y después te amenazan feamente y te dicen que si no le mandás el mensaje a no se cuántas personas en los próximos 10 segundos, se te va a morir la mascota o se te van a caer los dientes o te va a pasar alguna cosa horrenda. Pero yo no sé si ser ciberactivista es suficiente para ser todo un gigante verde.

Y tercera, que necesito saber si hay otros gigantes verdes por los alrededores, para ponernos de acuerdo y emprender alguna acción concreta, que haga un cambio importante para mejorar, o por lo menos no empeorar, el ambiente en el que vivimos. Si ven alguno, por favor me avisan...

domingo, 1 de junio de 2008

José Fernando Velásquez Carrera, In Memoriam

A Fernando Velásquez Carrera,
que pensaba demasiado...

Desperté sin creerlo. Me dijeron que habías muerto, pero quise creer que todo fue sólo un mal sueño. La noticia estaba allí, pero quise creer que era un engaño, un juego, una broma, un malentendido... y que cuando todo se aclarara íbamos a reírnos del asunto.

Y no quiero creer que todo se haya derrumbado, que ahora sos nada más un recuerdo. No quiero ir a buscarte para platicar con una lápida, una piedra, la nada, el vacío. No quiero llorar por vos, porque no quiero que estés muerto.

Sin embargo, poco a poco, he ido comprendiendo. Aún no he visto tu casa vacía, tu guitarra huérfana, tus anteojos puestos por allí, olvidados para siempre sobre el cerro de libros que ya no vas a leer, ni quiero creer que eso sea lo único que queda de tu alegría. Pero los amigos me aseguran que es cierto.

Te dolía demasiado la vida. Eran una misma cosa, la vida y el dolor. No pudiste separarlas, y ahora que te has ido, nos dejaste el dolor, pero también nos dejaste la vida. Oigo las zambas que tanto te gustaban y revivo las alegrías y las tristezas de los momentos compartidos. Y quisiera poder cantarte, como en aquella zamba:

No sé si ya lo sabrás: Lloré cuando vos te fuiste...
Pero yo no sé cantar como vos lo hacías. ¡Cómo me vas a hacer falta, querido amigo!

Siento la fuerza con la que tocabas la guitarra y te imagino ahora tocando y cantando con las personas que amabas, más allá de la muerte, más allá de la vida, más allá del dolor.

Tal vez algún día este país ingrato se entere de lo mucho que lo quisiste y de lo mucho que hemos perdido. Tal vez los que nunca notaron tu presencia puedan notar tu ausencia, ahora que esas cosas ya no te importan.

Tal vez algún día nos encontremos de nuevo. Descansá, mientras tanto, porque vamos a tener mucho de que platicar.