domingo, 18 de mayo de 2008

Terminó la Huelga de Hambre

A mediados de esta semana, los fiscales del Ministerio Público y un montón de gente que se les había unido, decidieron terminar la huelga de hambre que duró poco más de un mes. Y yo feliz, porque Waldina fue una de las personas que se unieron a la huelga, aunque *sólo* como por tres semanas.

Pero las cosas no han vuelto a la normalidad. El objetivo perseguido, ni más ni menos que el castigo para los corruptos que tienen jodido al país y la desaparición de las "fuerzas fácticas", grupitos privilegiados que ejercen el poder y se apropian de los bienes comunes a través de una red de "conectes", compadrazgos, influencias, favores y deudas políticas, es algo que va a tomar mucho más de un mes.

Lo bueno es que se logró, por lo menos, cambiar la ley que hacía intocables al fiscal general y al fiscal adjunto. Ahora se les puede investigar, juzgar, condenar y destituir si les demuestran que las movidas de las que se les acusa son ciertas. Falta ver si de veras, ahora que empezaron a llover las demandas, el Congreso las toma en serio y hace valer la nueva ley.

Pero lo curioso, y hasta contradictorio, es que la ley que concedía inmunidad a los fiscales y a otros funcionarios estaba allí precisamente para que ellos pudieran acusar y perseguir a los corruptos y delincuentes sin temer una destitución como represalia por cumplir con su deber. Y si algunos fiscales no acusan a los bandidos por ser parte de ellos, o por recibir un sueldo, y otros no lo hacen por miedo de contrademandas y destituciones, no vemos la salida.

Uno tiene que darse cuenta que, a la larga, el problema es aún más grande de lo que parece, porque está arraigado en el deterioro moral en el que nuestras sociedades se han venido sumergiendo desde hace décadas de manera imperceptible pero inexorable.

De pronto nos damos cuenta de que nadie acusa a nadie porque todos tienen --como se dice en Honduras-- cola que les pisen. Y a fulanito no se le puede tocar porque es pariente de no se quién, a menganito porque está apadrinado por no se qué sindicato, a zutanito porque dice que tiene un sobrino que es policía, y a perencejo tampoco porque de todos modos las acusaciones no tienen consecuencias porque siempre se puede compara a alguien para que le haga el favor de engavetar el trámite, torcer las evidencias, conseguir testigos falsos o amenazar a quien se ponga en el camino.

Martin Luther King dijo que el problema no es lo que hacen los malos sino lo que dejamos de hacer los buenos. Una de las tantas consignas que aparecieron en el transcurso de la huelga de hambre y todos los movimientos y marchas de apoyo que hubo, decía algo así como "todavía los buenos somos más que los malos en este país". Ojalá, porque si no la cosa se pone color de hormiga.

Decía mi compadre Chac que si el objetivo de las cárceles es mantener separados a los buenos de los malos, sería más práctico encerrar a los buenos, que como son pocos, estarían cómodos dentro de las cárceles, sin temor a ser asaltados o asesinados, y dejar a los bandidos fuera. Un poco como lo que pasó en la edad media, cuando las ciudades se amurallaron y cerraban la puerta en la noche, dejando el resto del territorio a los salteadores de caminos, vándalos y similares. Lo que los de adentro nunca dijeron --concedamos el beneficio de la duda suponiendo que no lo sabían-- es que los más bandidos ya estaban dentro, habían lavado sus fortunas y se habían convertido en personas honorables, que es el status que adquieren aquí los que logran robar suficiente dinero y vivir suficiente tiempo para que se olvide el origen de sus riquezas, embarrando de paso a los que sí son honorables.

Uno empieza a sospechar que de repente uno también es de los malos, que todos somos malos, que hay algún gen que nos hace particularmente cabrones, por algo el Homo sapiens es la única especie sobreviviente en el género Homo. No se sabe a ciencia cierta, pero puede ser que nosotros hayamos despachado al Homo ergaster, al afarensis, al habilis y a todos esos otros que ahora no son más que fragmentos de calaveras, mandíbulas, fémures y otros huesos regados a lo ancho y largo de África y otros sitios del mundo antiguo.

¿Qué tal que lo que haya sucedido es que pasó ya tanto tiempo como para que los detalles se hayan olvidado y nos convertimos en una especie honorable? Nos vamos a terminar de joder, porque poner un malo bajo el cuidado de otro más malo no puede producir nada bueno, aunque los matemáticos sigan diciendo eso de que "menos por menos da más". Tendríamos que conseguir alguien que vigile al malo, otro que vigile al vigilante, y otro que vigile al que vigila al vigilante. Y eso ya lo había dicho Juvenal, pero como el no tenía blog ni hablaba español, lo dijo de manera elegantísima, en latín:
Quis custodiet ipsos custodies?
Es decir, ¿Quién vigila a los vigilantes? Si no hay suficiente gente buena, la cosa es grave. Y lo peor es que uno empieza a sentirse inseguro y no sabe si es de los buenos o de los malos, o si cree que es bueno simplemente porque no ha tenido oportunidad de meter las uñas en alguna movida. No puede llamarse virtuoso al que se mantiene virgen sólo porque es tan desagradable que nadie le hace caso...

La huelga de hambre ha tenido otro logro, más sutil y menos visible que el cambio en las leyes, pero quizá más duradero e importante: los buenos se han empezado a conocer entre sí. Se fueron juntando, aguantaron tantos días sin comer porque se apoyaban mutuamente, y ahora se mandan por correo electrónico y por otros medios mensajes en los que se dan ánimo unos y otros. Hasta yo me siento animado a abandonar un poquito mi cómoda burbuja de asalariado de clase media y escribir estas cosas, ya me estoy convenciendo de que no tengo porqué aguantar que una pandilla de corruptos encorbatados nos roben el presente y el futuro, a nosotros y a nuestros hijos, mientras le echan la culpa de nuestros males a la globalización, el TLC, el terrorismo o cualquier palabra que suene adecuada para ponérsela de etiqueta a los malos.

Huelga de hambre no voy a hacer, eso no, porque también hay que hacerle caso a Sócrates con aquello de "conócete a tí mismo". Los que somos débiles por la comida comprendemos porqué Esaú cambió la primogenitura por un plato de lentejas y no debemos arriesgarnos a vender un movimiento y de paso venderle el alma al diablo cuando, después de un par de días sin comer, nos pasen un chicharrón por las narices.

Pero aunque yo no haga huelga de hambre, no quiero ser del equipo de los malos. ¿Usted sí?