miércoles, 28 de octubre de 2009

El Padre Clorito ha Desaparecido

Impresiones de un centroamericano
navegando en las honduras de Honduras (6)


y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.

Juan 8: 32
Los parientes y amigos de Guatemala me preguntan por el padre Clorito, aquel cura alto y narizón, de sonrisa amplia y alegría contagiosa al que conocimos en el Don Bosco a finales de los 60's y principios de los 70's.

Enseñaba química --de ahí su apodo "clorito"-- pero además de ser profesor de ciencias naturales era un hombre muy culto, con varios idiomas en su haber, un campeón para el catecismo y la teología, y un verdadero virtuoso para tocar varios instrumentos y cantar. Nunca lo vimos bailar, pero sospecho que para eso también era bueno. Los muchachos que se graduaron en 1972 le pidieron que los apadrinara: la promoción XXIII se llama "Padre Oscar Andrés Rodríguez" en su honor.

Tenía mucha sensibilidad y le preocupaban los problemas sociales. Mas de alguno de los curas de corte conservador se escandalizaba por sus ideas progresistas y su carácter demasiado alegre y juvenil.

En aquel entonces ninguno de nosotros, quizá ni siquiera el mismo padre Clorito, imaginó que treinta y tantos años después este personaje simpático y campechano se convertiría en el Cardenal Rodríguez, líder de la iglesia católica latinoamericana y mundial, y que los rumores de que podría llegar a ser Papa al morir Juan Pablo II harían que los hondureños se hincharan de orgullo.

Ha sido, sin lugar a dudas, un personaje importante para la sociedad hondureña en las últimas décadas, admirado y querido por buena parte de los habitantes de Honduras. Era, hasta hace poco, un referente moral, alguien en quien podíamos confiar a la hora de tener que distinguir el bien del mal en complejas situaciones espirituales y sociales, alguien que hubiera podido ser mediador en el conflicto actual, de no haber sido porque tomó partido del lado de los golpistas.

Con el golpe de estado a muchos personajes, incluido el cardenal, se les cayó la máscara y enseñaron la verdadera cara. Las declaraciones del Cardenal para justificar el golpe de estado nos convencieron de que la vieja alianza entre la cruz y la espada, que arrasó con los pueblos americanos durante la conquista en el nombre de Dios, ha resurgido, cuando creíamos que esas eran cosas del pasado.

Me costó creer lo que ví y oí cuando el Cardenal, en nombre de los obispos de Honduras, mintió en la televisión para "demostrar" la legalidad de lo que había sucedido el 28 de junio. Me indignó el hecho de que un líder espiritual del país hablara de artículos de la constitución en lugar de enviar un mensaje de esperanza, reconciliación y perdón (algo de esto habló, pero no fue el centro de su presentación); que él y sus obispos auxiliares menospreciaran la vida y los derechos de quienes salieron a las calles a manifestarse, y que advirtiera --o amenazara-- al presidente Zelaya sobre el "baño de sangre" que se produciría si regresaba al país.

No le dijo nada a quienes tienen las armas y las han usado para golpear, torturar y matar a manifestantes desarmados, no dice nada ahora que el mundo entero sabe que los militares a los que él y sus auxiliares defienden son responsables de todo tipo de violaciones a los derechos humanos. No ha tenido el valor de Monseñor Romero para decir las palabras que todavía resuenan en todos los espíritus libres de El Salvador, Latinoamérica, y el mundo:
Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van acompañadas de tanta sangre. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.

Homilía de Monseñor Oscar Romero
San Salvador, 23 de marzo de 1980
(Monseñor Romero --San Romero de América--
fue asesinado un día después, el 24 de marzo de 1980.)

Y no nos ha explicado cómo fue que aceptó que el gobierno le pagara 100,000 Lempiras mensuales, desde 2001 (en ese año este "sueldo" era equivalente a cerca de 93 salarios mínimos...) ni nos ha dicho qué hizo con ese dinero. Si nos hubiera dicho que lo usó para obras de caridad, o para mantener la catedral o la basílica de Suyapa, o para ayudar a las víctimas de las catástrofes naturales y sociales, o para cualquier otra cosa, le hubiéramos creído. Pero no dijo nada ¿Es que el pueblo de Honduras no merece una explicación cuando alguien que no tiene puesto ni funciones en el estado recibe un sueldo de ese tamaño, muchas veces más que el salario mínimo por el que el presidente Zelaya se ganó la animadversión de los empresarios?

A estas alturas puedo contestarle a mis parientes y amigos: el padre Clorito está entre los desaparecidos; ha sido suplantado por un señor serio, que se llama el Cardenal Rodríguez, que se le parece mucho y hasta tiene sus mismos gestos, pero que ríe menos y miente y amenaza más. Cosas como las que sólo hemos visto con la "poción multijugos" en las películas de Harry Potter.

Mucho le han criticado a este señor Cardenal por haberse olvidado de los pobres y pasarse la vida en celebraciones de bautizos, primeras comuniones y casamientos de ricos, degustando delikatessen y vinos finos. Dicen que nunca ha casado a una pareja de pobres, de todos modos eso no sale en los periódicos y revistas en los que hemos visto al Cardenal con los señorones empingorotados y las damas rififí de la alta sociedad de Tegucigalpa. Pero eso es poca cosa, o nada, comparado con el desprecio que ha mostrado por la vida y el sufrimiento de sus paisanos, la complicidad con un régimen y con un ejército que se ha ensañado con su misma gente.

En los útimos tiempos le he visto en persona un par de veces nada más. Nos movemos en círculos diferentes y nunca hemos coincidido en algún lugar donde pudiéramos charlar de los viejos tiempos, de cuando tocábamos en la orquesta que armó el padre Evertsz y de cuando nos enseñó algunas canciones hondureñas en los retiros de la posada de Belén. Hace algunos años, cuando mi madre estuvo de visita en Tegucigalpa andaba con la onda de fundar el movimiento de "Vida Ascendente" (tercera edad) y fue a buscarlo con Doña Arely de Vega y otras señoras, me mandó a decir que llegara un día a buscarlo para que nos tomáramos unas copas de vino y platicáramos, pero nunca lo hice: las ocupaciones profesionales, familiares y sociales no dejaron espacio para eso.

Estuve en Guatemala hace como dos meses, y mi madre me preguntó si por fin había ido a tomar vino con el Cardenal, y yo, que me sentía ofendido con él, le contesté que ahora sí me gustaría ir para echarle veneno en la copa.

Pero luego he pensado que sí me gustaría ir con fines menos agresivos y radicales, no sólo porque me imagino que el vino ha de ser de los buenos, de esos con los que uno siente que es el mismísimo Dios vestido de terciopelo el que se le desliza por la garganta, sino porque quisiera preguntarle a este señor Cardenal qué hizo con el padre Clorito, dónde lo arrinconó, porque yo no lo encuentro bajo el sombrerito púrpura y detrás del gran crucifijo que se cuelga con un par de ganchos en la sotana este arzobispo de corte conservador que se escandaliza ante las ideas progresistas de los curas jóvenes y alegres; quisiera preguntarle si aún existen en alguna parte la alegría, la compasión, la caridad y la humildad que tanto admirábamos en el padre Clorito.

Pero hay demasiados soldados a su alrededor. Talvez en el futuro, cuando los malos momentos por los que ahora atravesamos sean sólo un mal recuerdo, cuando las heridas hayan cicatrizado, cuando el padre Clorito haya podido escaparse del gorrito púrpura y el crucifijo gigante y reaparezca entre nosotros, podremos tomarnos un buen vino y hablar de los viejos tiempos.

jueves, 22 de octubre de 2009

País de Cabeza

Impresiones de un centroamericano
navegando en las honduras de Honduras (5)


parte 1: ¿Y Nosotros? en Medio...
parte 2: Aquí no Pasó Nada
parte 3: El Naufragio del Titanic en las Honduras
parte 4: El Aprendiz de Brujo y sus Fantasías

En Honduras suceden cosas difíciles de imaginar. Los mismos hondureños dicen que, en este país, "el corcho se hunde y el plomo flota", "los aviones chocan con los buses, y los trenes con los barcos". Moncho Oquelí dijo que "Honduras es un país tan aletargado, que hasta los volcanes se apagaron". Todas estas expresiones son parte del folclore y se dicen con alegría y hasta con orgullo.

Pero en los últimos meses nos hemos saltado las trancas. El país está de cabeza, al revés.

Desde hace un poco más de tres meses tenemos un presidente que no manda, un no-presidente que sí manda, un gorila que dice que no manda pero le da órdenes al no-presidente, un gobierno de facto que viola la constitución para defender la constitución, un "defensor" de los derechos humanos que lo único que ha defendido es el "derecho" de su propio hijo de matar con su carro a una estudiante por andar manejando borracho, un cardenal que dice mentiras jurando en el nombre de Dios y nos amenaza con baños de sangre, y un diálogo que no es diálogo sino más bien monólogo, o quizá gorílogo, y algunas otras situaciones folclóricas, como estas:
  • El presidente constitucional está cercado por cientos de soldados y es tratado como un delincuente, mientras el delincuente que usurpa el poder se enoja si le dicen golpista y le mienta la madre al que lo haga.
  • El ejército asesina (digo, mata por accidente, en defensa propia) a manifestantes desarmados pero proclama orgullosamente que, si se da una invasión extranjera, no dispararán ni una bala, porque ellos son enemigos de la violencia.
  • Un gobierno de facto que no es reconocido por ningún país del mundo tiene un ministro de relaciones exteriores, no precisamente ad honorem.
  • Las damas pías pegan en sus carros la imagen de la virgen y calcomanías que dicen "no matarás", pero se alegran cuando el ejército asesina (digo, mata por accidente, en defensa propia) a algún maestro y se lamentan amargamente porque los militares sacaron del país al presidente en lugar de "matarlo y dejarlo tirado en una zanja".
  • Un dinosaurio político persigue a los maestros cuando no dan clase por salir a protestar, alegando que violan los derechos de los niños, pero suspende el año escolar un mes antes de la fecha en la que debía terminar, como si los niños no tuvieran derechos.
  • Mi amigo el golpista, que afirma que el presidente Zelaya violó la constitución, no ha leído la constitución.
  • El presidente golpista ordena cerrar estaciones de radio y TV, suspende las libertades de asociación, circulación, y expresión del pensamiento, pero se da el lujo de hablar mal de presidentes constitucionales que hacen lo mismo.
  • Los golpistas invitan al mundo a venir para que vean lo que realmente está pasando en Honduras, pero cuando la OEA anuncia el envío de una misión cierran el aeropuerto para que no lleguen (y cuando llegan no los dejan entrar).
  • El empresario que amenazó con despedir mucha gente cuando subió el salario mínimo ahora hace campaña política diciendo que va a acabar con el desempleo.
  • El político que interrumpió el proceso de cambio que pudo haberse dado con la cuarta urna y todo eso, ahora dice ser "el candidato del cambio".
  • Algunas estaciones de radio y TV se refieren a los violaron la constitución y matan gente (por supuesto, por accidente, y en defensa propia) en la calle como "héroes", y al presidente que no la violó como "traidor a la patria".
Yo me siento confundido, porque lo que está pasando es muy diferente de lo que yo pienso que debería pasar en un país que había puesto sus esperanzas y sus sueños en una democracia joven, débil y controversial, pero democracia al fin. Es muy diferente de la idea de "bien" que me inculcaron mis padres y los curas del colegio, y no termino de entender porqué en los periódicos y la tele siguen diciendo que aquí no ha pasado nada, basados en el yoísmo subjetivista que afirma que "si yo no lo veo, no existe".

Así que me he puesto a pensar en la forma de salir de esta contradicción, y he llegado a imaginar dos posibles soluciones. El problema, a fin de cuentas, es que mis creencias y convicciones apuntan en una dirección y lo que pasa en el país apunta en dirección contraria, y eso se puede resolver de dos maneras:
  1. Me volteo yo, como ya hicieron algunos parientes y amigos, aceptando que es lícito violar las leyes, matar, mentir en nombre de Dios, falsificar documentos, obstruir la justicia, presumir de cristiano y pasarse los mandamientos por el forro, y otros "pecadillos" menores, o bien...
  2. Se voltea el país haciendo un nuevo pacto social que permita usar los recursos materiales y humanos en forma racional y eficiente, en beneficio de todos, y que garantice el respeto a los derechos humanos y a las libertades individuales.
Pero yo, la verdad, no pienso voltearme.


sábado, 3 de octubre de 2009

El Aprendiz de Brujo y sus Fantasías

Impresiones de un centroamericano
navegando en las honduras de Honduras (4)

Allá por 1940 Walt Disney inventó los videos musicales combinando música y animaciones para producir Fantasía. Empezó por El Aprendiz de Brujo, de Paul Dukas que, dado su éxito, fue includa nuevamente en Fantasía 2000. Aquí pueden verlo, si no se acuerdan. Parece mentira, pero estas fantasías de aprendiz de mago sigen vigentes en pleno siglo XXI. Sobre esa producción quiero hablarles hoy, haciendo la siguiente

ACLARACIÓN

Cualquier parecido con el reciente golpe de estado en Honduras, es pura coincidencia.


El protagonista es un roedor, el ratón Miguelito, deseoso de convertirse en un hechicero como su maestro, al que llamaré Melín porque me recuerda a Merlín, el mago.

Miguelito miraba con asombro y envidia los hechizos y conjuros de Melín y no hallaba las horas de convertirse en hechicero y hacer lo mismo usando el sombrero y el libro en los que imaginaba concentrado todo el poder. No sabía, o no entendía, que los aprendices deben ser pacientes y esperar el momento para intentar ciertos hechizos que pueden salirse de control por hacer las cosas precipitadamente y sin pensar. Pero Miguelito era impaciente, quería tener el poder sin pasar por el lentro proceso que un buen aprendiz debe seguir, y una noche, aprovechando que Melín se durmió, usurpó su lugar. Se puso el sombrero y empezó a disfrutar de su nuevo status.
En cuanto Miguelito tuvo el poder, se puso a usarlo para complacer sus gustos y caprichos. Esclavizó una escoba y la puso a trabajar. “Me obedecen” pensó Miguelito, y convencido de que, con el hechicero ausente, él tenía el poder, siguió dando órdenes y deleitándose. Soñó que el universo entero le obedecía al ver los cuerpos blancos que se movían ordenadamente para donde él les decía. “Es cierto, todos me obedecen”, pensó, y siguió divirtiéndose. Sólo estaba soñando, dormido en la silla de Melín, pero él creía que todo era cierto.

Demasiado tarde se dio cuenta de que la escoba estaba inundando el lugar. Le ordenó que se detuviera y la escoba se resistió a obedecer. Iba y venía sin que Miguelito pudiera impedirlo. Y entonces Miguelito, desesperado, abandonó la magia que nunca había tenido y recurrió a la violencia. El hacha dio cuenta de la escoba rebelde y la hizo mil astillas. Qué iba a saber el pobre Miguelito que cada astilla iba a convertirse en otra escoba rebelde. Empezaron a marchar sin obedecer, sin pedir permiso, como movidas por una fuerza interior desconocida para Miguelito, y se adueñaron del lugar.


Ya con el agua al cuello, y en medio de la desesparación, Miguelito se acordó del libro que no había leído antes, el libro donde estaban las leyes que deben cumplirse para que las cosas no se salgan de control. Trataba de leerlo con la esperanza de encontrar una fórmula mágica para deshacer el caos que había provocado, pero ya era tarde. Había violado muchas leyes del libro y todo estaba fuera de control.

Lo sabía, pero no quería aceptarlo: el poder no estaba en el sombrero, ni en la silla, ni en el libro, sino en Melín, el único y verdadero hechicero. No sabía que hacer, temía ser castigado si regresaba Melín, pero él sólo no podía controlar las fuerzas que había desatado. Lo único que podía resolver el problema era el regreso de Melín.

En el momento menos esperado, sin avisar, volvió Melín y puso todo en orden. Miguelito le devolvió el sombrero e intentó sonreír tontamente. La fantasía terminó, y la misma escoba a la que había esclavizado y maltratado, ahora en manos de Melín, le dio un escobazo en el culo y lo echó para afuera.


viernes, 21 de agosto de 2009

El Naufragio del Titanic en las Honduras

Impresiones de un centroamericano
navegando en las honduras de Honduras (3)


Parecemos la tripulación de un barco a la deriva. Sin capitán, sin brújula, sin instrumentos de navegación, sin víveres. Y nos la pasamos contándonos cuentos, mintiéndonos a nosotros mismos, admirados por la belleza del paisaje: ¡qué colores, qué atardeceres! Cuando el agua ha inundado ya la sala de máquinas y no hay salvavidas para tanto náufrago.

Raúl de la Horra (en El Espejo Irreverente)

En algún momento nos contaron algo sobre el naufragio del Titanic, no sé si en los cursos de historia o en los de religión. Le daban un tinte moralizante a la historia, la presentaban como un castigo de Dios a la arrogancia de los humanos, como el asunto de la torre de Babel.

Mucho tiempo después volvimos a oír del Titanic, un poco porque sus restos fueron descubiertos en el fondo del mar por el Dr. Robert Ballard, pero sobre todo por la película que, no sólo nos contó la historia sino le agregó el romance, la canción que mi hijo nos hizo escuchar noche tras noche durante semanas o meses, un fugaz vistazo a la hermosa anatomía de la heroína y otro montón de elementos que, verdaderos o inventados, añadieron una dimensión humana que nos puso a pensar en la tragedia del naufragio, no sólo para la compañía que perdió la nave o para el capitán que perdió la apuesta, sino para toda la gente que perdió lo que había depositado en el impresionante barco: su capital, sus ilusiones y sueños, sus esperanzas, sus vidas.

Mi carro, el Galileo ("y sin embargo, se mueve...") pasó a ser temporalmente el "Titanic", en alusión a la cantidad de óxido que lucía. Vi un carro minúsculo con un rótulo que decía "Taitanic", y me enteré de un burdel al que bautizaron como "Tetanic" sugiriendo los generosos atributos de las sufridas y explotadas trabajadoras del lugar. El Titanic se convirtió, pues, en una referencia cultural, un tema del que uno puede hablar sabiendo que todos le van a entender. Por eso lo quiero usar como excusa para platicarlos sobre lo que viene ocurriendo en Honduras en los últimos tiempos.

Desde que la mara 28 dio el golpe de estado en Honduras, zarpamos a mar abierto. Aquí vamos, en este país-barco, con la esperanza de llegar sanos y salvos a algún lado, pero sin tener arte ni parte en su conducción. Aislado del resto del mundo, el capitán insiste en que podemos solos, que nadie nos va a marcar el rumbo, que no hay nada capaz de detener esta gran nave en su gloriosa travesía que hará historia.

La "gente bien" viaja en primera clase, en la parte de arriba, disfrutando los banquetes y los paisajes, luciendo sus mejores galas y brindando con afrancesados modales y delicados vinos, vagamente conscientes de que allá abajo viene otra masa de gente apiñada y sin ver la luz del Sol, sobreviviendo de alguna manera el viaje, y otros sudando la gota gorda echando carbón a las calderas en el cuarto de máquinas.

Moviéndose como culebras entre los de primera clase, mañosos políticos, falsos profetas, periodistas sin escrúpulos y acartonados funcionarios venden indulgencias, noticias, leyes y documentos hechos a la medida, y ofrecen sus servicios a los que en el fondo los desprecian, pero los consideran útiles. Nos recuerdan a la doña alucinada, empobrecida y venida a menos, tratando de ganar riqueza y status vendiendo la hija a un niño rico un poco amariconado, acostrumbrado a imponer su voluntad con la fuerza de los billetes, o con la fuerza bruta del gorila que le sigue a todas partes con su pistolón al cinto. Allí andan también profesionales que se han liberado de la ética y otros "frenos para el progreso" vendiendo sus servicios y su alma, como el impecable ingeniero que eliminó botes de salvamento para mejorar el paisaje para los de arriba; los músicos que tocan la melodía que les pagan, y otros sirvientes "de categoría" y guanabís.

Y en el puente de mando, el capitán a quien no le importa el mundo trata de impresionar al mundo: Ordena más carbón en las calderas para que se vea que podemos cruzar el océano en tiempo récord y hacer avanzar la rueda de la historia. No importa que se acaben las reservas, que se revienten las calderas o la gente que les echa el carbón. No importa chocar, esta nave lo puede todo. Una ambición personal, un capricho, una apuesta, el deseo de alcanzar la gloria, disfrazado de una noble causa.

No todo anda bien. Le han avisado al capitán que hay enormes obstáculos, que dé marcha atrás y regrese al puerto del que salió si quiere evitar la tragedia. "No se oye, padre..." El mundo entero se equivoca afirmando que hay icebergs y que los barcos no se manejan de esa manera ¿Qué saben ellos, que nunca han estado en este barco?

Pero dentro del barco también hay problemas. No hay manera de detener al insolente muchacho de tercera clase que se siente rey del mundo y se atrevió a romper el protocolo, a pretender y cortejar a la muchacha bonita. Y para colmo de males ella le hace caso: le parece más interesante perfeccionar el arte de escupir a distancia que ser vendida como esposa-objeto del niño rico. Ha descubierto que los que dicen amarla y le juran protección en realidad sólo quieren llevarla a la cama y usarla como les plazca.

El barco se está hundiendo, se ha empezado a meter el agua, pero el capitán lo niega diciendo que el barco no ha sufrido ningún golpe, y los de primera clase no lo notan porque todavía no se les mojan los zapatos. Ven que los de tercera clase salen a cubierta por montones y andan por todas partes. Piden indignados a los oficiales que hagan su trabajo, que los regresen a su lugar porque tienen malos modales y afean el paisaje, que si se van a ahogar que se ahoguen pero en sus camarotes. "Éste es nuestro barco y sólo queremos comer en paz, oyendo la música que nos gusta. Aquí hay comida para todos nosotros".

La naturaleza no sabe de retóricas ni selecciona quiénes han de hundirse y quienes no. Un naufragio es un naufragio. El gorila sigue pensando que el problema es que la niña bonita ofendió a su amo haciéndole caso al muchacho de tercera clase y que la solución son los golpes y las balas, los músicos argumentan que a ellos les pagan por tocar, y eso harán aunque esto se hunda y nos muramos todos; son los "profesionales responsables" que hacen lo suyo por la misma razón por la que las hormigas hacen el hormiguero: sin saber porqué. ¿Quién les pagará cuando se hunda el barco? El niño rico ya se dió cuenta de que los billetes no flotan y se ha metido a un bote salvavidas violando los derechos de otros por medio de engaños, si se salva con sus billetes podrá tomar otro barco después, que se jodan el capitán y el gorila y la niña bonita con su amante y su mamá si no encuentran lugar en los botes.

Y en poco tiempo seremos náufragos aferrados desesperadamente a los pedazos del barco que floten, pateando al que intente asirse a nuestro pedazo de tabla, que aguanta con uno, pero no con dos, esperando ser rescatados por algún barco amigo, resintiendo el resto de nuestras vidas el haber perdido tantas cosas, haber recibido tantos golpes y haber sufrido tanto miedo por el simple pecado de haber abordado este barco.

Quizá, como en la película, algunos oficiales del barco se suiciden por vergüenza o desesperación, quizá la niña bonita sobreviva y llegue a convertirse en la mejor versión de sí misma gracias a su breve contacto con ese muchacho idealista que de veras la amó y la respetaba, y lance el collar, ese artículo pétreo con el que el niño rico pretendió comprarla y apresarla al mismo tiempo, a la oscuridad y al pasado, que es a donde pertenece.

Quizá podamos construir un nuevo barco sin los defectos de este que se ha hundido, y aprendemos que el barco hay que manejarlo entre todos, todo el tiempo, en vez de vivir con la ilusión de que, cada cuatro años, el nuevo capitán va a hacer el milagro.

Y quizá el capitán tenga la decencia de hundirse con su barco. No es la solución, y con eso no nos paga lo que nos debe, pero algo es algo...

jueves, 16 de julio de 2009

Aquí no Pasó Nada

Impresiones de un centroamericano
navegando en las honduras de Honduras (2)


Y era el Halach Uinic Emerson, el maestro de las quijadas hundidas que desde algún rincón olvidado disparaba el balaso que mataba a uno de los acompañantes anónimos del cortejo. Pero nadie sabía ésto, maestro, nadie sabía que él, porque desde la distancia y desde la altura del francotirador, ya vas que no se podía saber. Aiá abajo, aiá abajo sólo se veía quiún maestro caía muerto en plena caie...

Arturo Arias (en ITZAM NA)


Aquí estoy, trabajando en mi casa porque la Universidad está cerrada. Seguiré aquí todo el día, porque también la Universidad Pedagógica, donde trabajo por la tarde, fue tomada ayer por uno de los frentes estudiantiles. Habíamos regresado a las labores el lunes pasado, después de dos semanas de suspensión por el golpe de estado que que ha hecho que el mundo entero sepa dónde queda Honduras.

Hace un rato oí que, desde el otro lado del río, en la carretara del sur, como a 1 km de mi casa, un grupo de liberales gritaba el ya desgastado pero todavía efectivo estribillo de "el pueblo, unido, jamás será vencido". La carretera, al igual que la que va al norte y algunas otras, está tomada en repudio por el golpe.

Y además de quedarme aquí todo el día voy a tener que estar aquí toda la noche, porque el toque de queda está nuevamente vigente, después de una breve interrupción para que el mundo supiera que aquí todo está en calma.

Menos mal que no ha pasado nada. Eso es lo que dicen en el canal 8, antes incondicional del presidente Zelaya y ahora incondicional de Mitch-eletti y su combo. También lo dicen los 4 "periódicos grandes", los noticiarios, los niños bien que toman capuccino en alguno de los malls que hacen de la vieja Tegucigalpa una "ciudad moderna", y otras personas que prefieren la solución del avestruz y están dispuestos a creer cualquier cosa con tal de que su pago salga a tiempo y suspendan el toque de queda los fines de semana para poder salir a parrandear.

Por ratos yo también quisiera creer que no ha pasado nada. Pero ¿Qué hacer, si he sido formado para no negar lo hechos, analizar y pensar, no decir mentiras para justificar lo injustificable, no dejarme asustar por el petate del muerto, y no aceptar como "verdad" las retorcidas proposiciones de pícaros que creen que su investidura los autoriza a mentir al servicio de don dinero?

Sigo pensando que ha pasado algo, y que si no reaccionamos va a pasar algo peor.


Nos han dicho que todo tiene explicación, que sólo la gente malpensada y tendenciosa anda buscándole chiches a las culebras y mangas a los chalecos, que lo que tienen que hacer es trabajar para mantener ocupada la cabeza en vez de estar imaginándose cosas. Que nos dejemos de inventos y habladas y que ayudemos a mostrar "la verdad" en vez de andar creyendo lo que dicen esos que ni siquiera han estado en Honduras y ya se inventaron eso del golpe y que, por casualidad, son el resto del mundo.

Yo creo que se me está secando el coco, porque no termino de entender explicaciones tan lógicas como estas:

¿Los apagones? eso es normal aquí, por alguna casualidad el apagón fue general, se inició cuando secuestraron al presidente, y terminó cuando el congreso se aprestaba a aceptar su carta de renuncia (lástima que fuera falsa).

¿El bloqueo de la señal de los noticiarios internacionales? esos son problemas técnicos, las compañías de cable no dan buen mantenimiento a sus equipos, y por otra casualidad dejaron de llegarnos los mismos canales, a la misma hora, en todas las compañías de cable.

¿Las manifestaciones, de los perfumados por un lado y la chusma por el otro? Bueno, la gente tiene que aprovechar cuando sale el Sol, parece que la población por fin ha entendido que el ejercicio es bueno, de paso desarrollan su vocación artística pintando carteles y demuestran que en Honduras no todos somos analfabetas al escribir letreros en las paredes.



¿El cierre del aeropuerto de TGU? Estas pistas necesitan mantenimiento; los camiones estaban en la pista para garantizar que estuviera en buenas condiciones cuando el presidente Zelaya viniera a entregarse a la justicia, lástima que no avisó con anticipación. Si el año pasado lo cerraron sólo porque un avión de TACA se salió de la pista y hubo como cinco muertos, con mayor razón debe cerrarse para evitar el baño de sangre sutilmente ofrecido por el cardenal.

¿El cierre de canales de radio y televisión? Tan llorones, tienen un montón de canales en el cable, ni los miran todos, y ahora se quejan por uno.

¿La detención preventiva de periodistas y caricaturistas? Seguro que se le perdieron a la mujer para hacer alguna picardía y ahora le quieren echar la culpa al gobierno, siempre le echan la culpa al gobierno...


¿Los soldados armados por todos lados? La tropa tiene que salir, si se pasan encerrados en los cuarteles se van a volver haraganes, cómo va a ser malo que salgan a darse un aire; los fusiles se oxidan si no hacen un tirito de vez en cuando, imagínese que no puedan disparar cuando nos invadan los venezolanos...


¿El toque de queda? Para que la gente se acueste temprano, después no se quieren levantar para ir al trabajo o al estudio.

Sólo una de las tantas explicaciones que me han dado parece ser verdad. Me entristece profundamente que venga de un amigo. Por lo menos tiene el mérito de la honestidad:
Creo en la violencia; se logró lo que queríamos, que era detener a Mel para evitar que entregara el país a Chávez. Me importan un pito las leyes, y la constitución se la pueden pasar por el forro. Mel se jodió y Chávez también ¡viva Honduras!
Y porque demasiados "piensan" así, con las tripas y no con los sesos, más por miedo y odio que por algún sentimiento noble, no se ve la luz al final del túnel. Pobre Honduras, pobre...

Talvez hubiera sido mejor que no pasara nada, de verdad, ya no queremos ni las mentiras de unos ni el llanto de los otros. No queremos tener miedo, no tenemos miedo. Sólo queremos vivir...

y decir: aquí no lloró nadie,
aquí sólo queremos ser humanos
comer, reír, enamorarse, vivir,
vivir la vida y no morirla.

Otto René Castillo (1930-1967)



(Todas las fotos fueron tomadas por César Fernando Ponce Mejía)

viernes, 10 de julio de 2009

¿Y Nosotros? en Medio...

Impresiones de un centroamericano
navegando en las honduras de Honduras



Aún en medio de esta guerra
algún niño sonreirá
porque no se puede apagar
con las balas
la alegría de los pueblos.

Pablo Neruda


Hace un par de semanas le escribí a mi cuñada diciéndole que lo que le habían dicho del golpe de estado eran rumores, que el asunto de la reelección de Mel era un mito urbano, que las elecciones estaban listas para fin de año y que Honduras seguiría caminando, quizá con algunos tropiezos pero sin detenerse, en la línea de la democracia.

La realidad se encargó de mostrar mi equivocación. El domingo tempranito sacaron al presidente en chancletas, lo fueron a botar a Costa Rica como quien tira la bolsa de basura en el jardín del vecino, nos quitaron la luz, cerraron el canal del gobierno y las estaciones de radio y TV que podrían decir alguna cosa "impropia" sobre lo que estaba pasando, y comenzaron a desarrollar un show tan espectacular que fue capaz de sacar de los titulares a Michael Jackson y a la gripe porcina.

A las pocas horas volvieron a subir la palanca de la luz para que pudiéramos ver en la tele el vergonzoso acto en el que el Congreso de Honduras, convertido en amo y señor de la situación, aceptó una carta de renuncia del presidente quien, gracias a la velocidad de CNN, desmintió haberla firmado. Convertido entonces el congreso en tribunal ( ¿y el poder judicial, entonces?) escondió la carta, enjuició, condenó y destituyó al presidente, sin oír su defensa, con una eficiencia que hubiéramos deseado para aprobar leyes importantes como la ley del agua, y otras que duermen el sueño de los justos esperando que los somnolientos diputados tengan un tiempito para darles una mirada. Y luego juramentaron al nuevo "presidente".

A todo esto le llamaron "sucesión constitucional" o algo por el estilo, aunque lo más pisoteado en todo el proceso fue la constitución. Su lógica: peguemos antes de que nos peguen.

Así se hacía antes: quitaban a uno, ponían a otro, y mandaban un telegrama a Washington para informar del éxito de la misión y del nombre del nuevo excelentísimo. Pero las cosas han cambiado. En unos cuantos días el mundo entero nos dijo que los golpes de estado (así, sin eufemismos) son cosas del pasado, que limpiaran y ordenaran para volver a empezar...

Pero el orgullo, la ambición, el egoísmo, el odio, y otro montón de cosas feas, prevalecieron sobre la razón, la prudencia, el amor y las cosas bonitas. De uno y otro lado surgieron insultos y acusaciones, cada uno se presentó a sí mismo como el paladín defensor de la ley, por amor al pueblo y al país, y dejaron confundido al mismo Dios de tanto invocarlo, cada quien para su causa. Y mientras los políticos y los leguyeyos hablaban de Dios, los obispos se pusieron a hablar de leyes, los militares de paz y democracia, los teóricos hablaron de entrar a la acción, y los expertos y analistas que se la pasaban hablando en la tele no dijeron nada.

¿Y nostros? en medio. Tratando de entender qué está pasando, de adivinar si deberíamos hacer lo que queremos, lo que debemos, o mejor no hacemos nada.

Es duro cambiar de hábitos. Nos habíamos acostumbrado a irla pasando, a contar chistes sobre la corrupción, el abuso de poder, el robo de tierras, la ilegalidad de los actos en el gobierno, la universidad, el comercio y los bancos. Era ya parte del folclore y hasta nos sentíamos orgullosos de que los pícaros de aquí fueran más originales y eficientes que los pícaros de otros lugares. Ocupábamos nuestro espacio, afortunadamente cómodo, dentro de un orden en el que cada cuatro años otro de los mismos se subía al guayabo para resolver sus problemas y los de sus parientes y amigos, a costa del país y del "pueblo", esa masa de gente que décadas o siglos de injusticia han dejado ignorante y fea, sin modales, que se reproducen como conejos y tienen la maña, cuando son "mal aconsejados", de detener el progreso reclamando como suyos la tierra y los recursos de los lugares donde viven. Le limábamos los dientes a la conciencia asistiendo a misa con el resto de la gente bonita, dando una limosna de vez en cuando, o proclamando a voz en cuello nuestras ideas progresistas mientras tomábamos güisqui del bueno.

Y, de pronto, se nos ha movido el piso. Como mil grados en la escala Richter. Los gorilas se salieron de la jaula y se han vuelto locos de miedo por una luz roja que los dejó medio ciegos; sacaron al domador, y todos se han metido a la pista del circo. Los payasos se dan de bofetadas de mentiras, el mono anda con el látigo del domador pegándole a los chuchos amaestrados, el mago saca decretos, órdenes de captura y leyes del sombrero, el oso le aruña las canillas a la trapecista, los leones siguen durmiendo, el enano anda en zancos y la elefanta le dice que así no, y algunos gritan que les devuelvan el pisto de la entrada, amenazando con apedrear al equlibrista.

Hay una extraña procesión en la que unos gorilas llevan en el anda a un personaje que ha pagado en oro, a un sastre más pícaro que él, ese traje de emperador que sólo él y sus allegados miran. El mundo entero le ve las canillas temblorosas que él cree cubiertas por su traje imaginario. Detrás vienen obispos y pastores recogiendo las migajas del emperador, por fin unidos por el amor al oro, ese metal que los indios sabían que sirve para buscar la belleza, elevar el espíritu y adorar a los dioses, pero atrapa y esclaviza a quien quiera poseerlo. Se revuelcan todos en la misma pocilga, tratando de cubrir sus vergüenzas con terciopelos y sedas, crucifijos, y ferretería de altar mayor. Un viejo con aspecto de rata peinada grita a través de un altoparlante que los negritos no saben nada, que los países chiquitos no son importantes, que los zapateros deben volver a sus zapatos y otras cosas a las que nadie le hace caso. Y luego un nuevo Moisés, de color canelo, guía con su canto a un rebaño de ovejas blancas blancas, que sin levantar la cabeza avanzan al banquete sin darse cuenta que son comida y no comensal.

Un gorila que le pegó a uno que pedía a gritos que vuelva el domador, salió huyendo cuando se dió cuenta de que no hay sólo uno, son cientos, miles, cientos de miles, es el famoso pueblo, gente fea y sucia y de malas costumbres, como esa de querer opinar, como si ellos supieran de política y de diplomacia y de todo eso. Pero no se callan y cada vez son más, y cada vez se oye más lejos, y el único que no oye es el emperador, porque junto con su traje le dieron unos audífonos bose, de esos que matan el ruido exterior.

Y los señores que estaban en los palcos han decidido que ya estuvo bueno de relajo y se han dado la vuelta para ir en sus carros a buscar otro espectáculo que no sea tan vulgar y bullanguero, tristes porque a la mariíta y a la puchunguita les atrasaron el vuelo y no pudieron ir al entierro del rey del pop.

¿Y nosotros? aquí en medio, gracias...

viernes, 20 de marzo de 2009

Los Lectores

A la tía Irma, que me enseñó a amar los libros.
El año pasado, a principios de noviembre, me invitaron a dar una charla sobre la lectura, al inaugurarse la exposición permanente de una colección de esculturas llamada "los lectores", de Gustavo Armijo, en la biblioteca de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán. El contenido de la charla fue posteriormente publicado en la edición dominical de La Tribuna. No había querido publicarla en el blog porque muchas de las cosas que digo allí ya están incluidas en algunas otras blogorduras. Pero algunos amigos insistieron y me convencieron, así que aquí les va.
Debo agradecer, para empezar, dos cosas: la invitación de los organizadores de este evento a compartir con ustedes mis divagaciones acerca de la lectura y los lectores, y mi vida y circunstancias, que me hicieron un lector desde temprana edad, bien nutrido del cuerpo, como pueden observar, y también del alma, aunque eso sea más difícil de ver.

Las monjas de la Asunción me enseñaron a leer con el ridículo libro Pepe y Polita antes de entrar a primaria. No he parado de leer desde entonces. En la casa de mis padres siempre hubo –y sigue habiendo-- muchos libros, desde la Biblia, las enciclopedias y colecciones de la época y los libros de texto que se fueron acumulando en el estudio de mi viejo, hasta algunos libritos entre eróticos y pornográficos que circularon de manera semiclandestina por los baños de la casa –somos 5 hermanos varones-- antes de ser confiscados por mi madre, pasando por novelitas de vaqueros, fotonovelas rosa, libros y manuales técnicos, atlas y diccionarios. Periódicos y revistas como Selecciones, National Geographic, Vanidades y Buenhogar, e historietas de Chanoc, Supermán, Capulina, Vidas ilustres, Kalimán, y otros, completaron la biblioteca privada en la que me inicié como lector, bajo el estímulo constante de mis padres y mis padrinos, uno de ellos librero y la otra bibliotecaria. Puede ser que en otros países, quizá Europa o Rusia, los niños tengan mejores bibliotecas para iniciarse, pero aquí yo tuve ventaja. Conozco gente que sobrevivió durante muchos años teniendo como único material de lectura el almanaque de Bristol...

Desde pequeño fui comelón, y mi madre se encargó de que no me faltara nada, a lo que yo respondí engordando para hacerla feliz en aquella época en la que gordura y salud eran sinónimos, y las madres presumían ante sus amigas a sus rollizos y mofletudos descendientes como prueba de su dedicación y esmero.

Así crecí, nutrido de cuerpo y alma,Y es necesario decirlo porque las dos cosas son necesarias: los humanos somos una mezcla de dios y bestia, santo y criminal, de San Francisco y lobo de Gubbia, de Sancho y Quijote: aspiramos a la perfección que intuimos a través de las artes, las ciencias, la religión y las humanidades, sin perder el gusto por los placeres mundanos de la comida, la bebida y el sexo.

Los griegos inventaron el centauro, ese monstruo mitad hombre y mitad caballo, no porque algún viejito cegatón haya confundido al caballo con el jinete, sino como el símbolo que mejor representa la naturaleza humana: el espíritu y el cuerpo en constante contradicción, el jinete anhelando la belleza y la perfección, y el caballo dispuesto a los placeres mundanos. Uno puede imaginarse al centauro llegando a una pradera al anochecer, con el cuerpo equino diciendo “qué buena grama, como para darse un atracón y luego retozar en ella, con alguna de esas yeguas hermosas que vimos por el camino” y a la mitad humana reclamando “¿no ves el cielo, pedazo de caballo?¿no ves las estrellas, la belleza, la armonía?” Juntos viven en conflicto, separados mueren los dos. Nosotros también, cuerpo y alma: juntos peleamos, separados nos morimos.

Y el espíritu humano, horrorizado ante la posibilidad de ser dominado por los instintos, inventó la cultura: la religión, las artes, las ciencias, el lenguaje, son las armas con las que el espíritu, que se sabe débil, trata de dominar a la carne, que es fuerte. La cultura es producto del miedo a que nos dominen los instintos; es nuestra y es lo que nos hace humanos. No son cultos los dioses, que no tienen instintos, ni las bestias, que no aspiran a la perfección. Sólo somos cultos los hombres, que hemos dejado de ser animales sin llegar a ser dioses, que tenemos un ancla que nos quiere atarnos al suelo, pero también velas que quieren seguir al viento. No somos como los árboles, confinados al lugar donde nacieron, ni como las nubes, condenadas a ser errantes: nosotros podemos levar las anclas y buscar mundos mejores para echar las anclas de nuevo.

Lo mejor que ha producido la cultura es la palabra, con la que mentes y espíritus se comunican y comparten el ideal común de de trascender, de ser algo más que carne, hueso y grasa. Mejor aún es la palabra escrita, que ha superado los límites del espacio y del tiempo para crear el diálogo humano universal que nos define como individuos y como colectividad. Sólo la lectura de la palabra, escrita en arena, piedra, papel o silicón, nos concede el privilegio de incorporarnos a este diálogo y sentirnos profundamente humanos. Leo, luego existo. Nos hemos acostumbrado tanto al acto leer que lo damos por sentado, se nos olvida que hace muy poco tiempo los lectores eran minoría, se nos olvida que leer ha sido un privilegio, pero esperamos que de ahora en adelante nadie, absolutamente nadie, se quede sin saber leer.

Los libros son la materialización de lo que podemos llamar humano. Desde pequeño aprendí que los libros son como las comidas: hay libros aperitivos para abrir el apetito por la lectura, libros como platos fuertes que nutren y sustentan el espíritu, libros acompañantes que no nutren pero llenan y sirven para matar el tiempo, libros postre que sientan bien al final, pero empalagan en exceso, libros muy especiales, para de vez en cuando, y libros que, como viandas extraordinarias, nos llegan una vez en la vida. También hay libros agradables al paladar pero imposibles de digerir, y libros chatarra, que sólo producen congestiones y flatulencias intelectuales.

No existe el libro perfecto porque, al fin y al cabo de factura humana, los libros sólo reflejan nuestro anhelo y nuestra necesidad de alcanzar la perfección, pero no reflejan la perfección misma. Creer que un libro basta condujo al Califa Omar a cometer uno de los crímenes más graves de la historia al ordenar la destrucción de la biblioteca de Alejandría. No menos nefasto fue Fray Diego de Landa al destruir los códices mayas cortando de tajo el cordón umbilical que nos unía con nuestra propia historia. Siguen creyendo algunos déspotas que destruyendo los libros se destruye el espíritu. No saben que son el espíritu y la inteligencia humana los que dan vida a los libros, y no al revés.

Y como el espíritu sigue vivo, los libros y las bibliotecas han sobrevivido y están más saludables que nunca. La biblioteca de Alejandría ha sido reconstruida. Este espacio en el que hoy nos encotramos invita a pensar, a leer, a ser mejor. Hasta las columnas y los muebles quieren leer. No nos extrañaría que uno de los lectores del maestro Armijo cobre vida, repitiendo el milagro del barro convertido en hombre, gracias a la lectura. Este es el espacio donde podemos entender el pasado e imaginar el futuro.

Es la lectura de libros la que impulsó a muchos de los grandes hombres a realizar las hazañas que luego fueron narradas en otros libros. Muchas de las cosas que hoy nos asombran existieron antes en la imaginación y en los libros, fueron primero sueño y pensamiento, después palabra escrita y después realidad. La lectura nos hace elevarnos por encima de lo cotidiano y común para vislumbrar lo posible. Por ello se le acusa de confundir a algunos, de hacerlos vivir fuera de la realidad, en delirio constante.

En el mundo de los libros y la lectura uno se ve a sí mismo, se reconoce en los personajes y en las situaciones, se topa con todas esas cosas que le dan alegrías y tristezas, júbilos, angustias y vergüenzas. A veces da hasta miedo descubrirse en los libros, por eso digo que la lectura no es para cobardes. Hay que atreverse a entrar en lo desconocido, a pensar en otros mundos, a buscar en las ideas de las grandes mentes un mundo mejor que el que tenemos ahora. Y hasta puede ser que los libros nos cambien tanto la vida que terminemos haciendo quijotadas como el célebre personaje de la inmortal novela de Cervantes, no muy diferentes de los delirios de los que los profesores de física tratamos de convencer a nuestros alumnos afirmando la existencia de cuerdas irrompibles, superficies sin fricción, caballos esféricos y jinetes sin masa.

En una ocasión me dijo un amigo que la lectura de libros me podría abrir dos puertas: la del infinito, o la del manicomio. Contesté lo que, a mi juicio, debe contestar un humano que se precie de serlo: el premio es tan grande, que vale la pena correrse el riesgo...

¡Muchas Gracias!

domingo, 8 de marzo de 2009

Los astros

Divagaciones sobre el Poema 20 y la Astronomía
II. Los astros, a lo lejos...

Le contaba antes que la oscuridad del cielo nocturno implica que el universo no puede ser infinito, homogéneo y estático, todo a la vez. Pero este no es el final de la historia. El cielo nocturno no es totalmente oscuro: está estrellado, lleno de esos astros que tiritan, azules, a lo lejos. La presencia de los astros contra el telón oscuro del cielo nocturno nos remite directamente al más grande de los misterios, el de la existencia. ¿Porqué existe algo, en lugar de nada? ¿Porqué el universo alberga esos cuerpos luminosos en lugar de ser un "mar" oscuro y frío? Preguntas que podrían ser discutidas interminablemente en los cafés o en las cantinas... por ahora nos contentamos con saber que los astos existen, como lo muestra una simple observación al cielo, para contemplarlos y estudiarlos.

Según los señorones de la Real Academia Española, astro es "cada uno de los innumerables cuerpos celestes que pueblan el firmamento", definición que no da demasiados detalles, pero trae mucha más información de lo que parece a primera vista. Hay otras definiciones que no interesan aquí, como esa de llamarle "astros" a actores, deportistas, y a otros personajes del mundo del espectáculo, por ejemplo, el chucho de los Supersónicos.

En primer lugar, dice que los astros son innumerables, una manera bastante vaga de decir que son muchos más de los que podríamos contar con los dedos de la mano o quisiéramos contar tratando de dormir en una noche de insomnio. La verdad es que son muchísimos: a simple vista pueden verse unos cuantos miles, pero con los modernos telescopios y otros instrumentos se detectan millones de millones, y seguramente hay más, invisibles por ahora.

Dice la definición, además, que los astros pueblan el firmamento. Sólo califican como "astros" aquellos cuerpos que se encuentran más allá de la superficie y la atmósfera terrestres. Esto parece una herencia de épocas en las que se hacía énfasis en la idea de que la Tierra y le pensaba que los astros eran cuerpos de distinta naturaleza, gobernados por distintas leyes: yo, Tierra, tú, astro (como le diría Tarzán a Jane), la Tierra no era un astro más, y los astros estaban más allá del alcance de los humanos. Alguno que se la fumó vencida deliró con viajar a la Luna, pero más porque creía que la Luna estaba dentro de la atmósfera, como las nubes, y no porque creyera que de veras podría viajarse a un astro.

Aún más importante: los astros son cuerpos, no espíritus, ni agujeros. Son celestes, sí, lo cual significa que se originan en el cielo y pertenecen al él, pero son, a fin de cuentas, sistemas materiales a los que se puede aplicar las leyes de la física y las otras ciencias.

Los naturalistas y filósofos de la antigüedad pensaban que los astros se movían en el cielo siguiendo leyes propias, que no tenían nada que ver con las leyes de movimiento de los cuerpos cerca de la superficie de la Tierra, y que estaban hechos de sustancias eternas distintas de las que forman los objetos terrestres. Incluso se les concebía como seres sobrenaturales, dotados de voluntad y de fuerzas que les permitían influenciar las vidas de los hombres.

Todo eso terminó con la revolución copernicana, durante los siglos XVI yXVII, en los que los fundadores de la ciencia moderna le corrigieron la plana a sus antecesores, aunque aún en nuestros días los astrólogos siguen acumulando billetes a fuerza de engañar a los incautos que no se han enterado de que ya pasó el renacimiento.

Durante la revolución copernicana se cambió el viejo sistema geocéntrico, que suponía que la Tierra era algo así como el centro del universo, por el heliocéntrico, en el que el Sol pasa a ocupar el centro y nuestro mundo ocupa el lugar que le corresponde como uno más entre los planetas.

Pero el camino fue largo y tortuoso: hasta la fecha, a mucha gente no le hace gracia la idea de que la humanidad sea una especie cualquiera en un planeta cualquiera que gira alrededor de una estrella cualquiera en una galaxia cualquiera dentro de un grupo cualquiera; en la edad media, esto era simplemente inadmisible. No señor: la humanidad debería ser el centro del universo, y quien dijera lo contrario se arriesgaba a pasarla mal, como le sucedió a Giordano Bruno, quien fue cuidadosamente quemado en 1600, por sus delicadas divagaciones sugiriendo que las estrellas eran "otros soles", que podrían tener otros planetas a su alrededor, cuestionando el papel central de la Tierra, y por tanto de la humanidad. Galileo Galilei tuvo que vérselas con un tribunal que afortunadamente no le prendió fuego, aunque quizá no les faltaron ganas...

Isaac Newton unificó nuestra visión del universo al descubrir que la fuerza que hace caer a los objetos cercanos a la Tierra (la famosa manzana) y la que evita que la Luna se escape de su órbita alrededor de la Tierra son la misma cosa. Newton y los físicos que le siguieron se dieron cuenta de que las cosas que aprendían en los laboratorios terrestres también podían aplicarse al estudio de los cuerpos celestes --los astros-- y empezaron a preguntarse cosas como ¿qué son las estrellas? ¿de qué están hechas? ¿qué tamaño tienen? ¿cuál es su temperatura? ¿porqué brillan?, etc.

Aprendieron a analizar la luz que nos llega de los astros y descubrieron que las estrellas son "otros soles", como pensaba Giordano Bruno, y están hechos de los mismos elementos presentes en los cuerpos terrestres; que son muy grandes y están muy lejos. Aún más, hoy sabemos que los elementos se producen dentro de las estrellas, que muchos de los átomos de su cuerpo y el mío, los del hierro de los frijoles del desayuno, los de carbono y oxígeno del octavo almuercero, y los de nitrógeno que abundan en el aire, estuvieron algún día en el interior de una estrella. Los astros son, a la vez, muy lejanos y muy cercanos a nosotros.

No todos los astros son estrellas. Algunos son nubes de gas que brillan porque una estrella cercana las ilumina, otros son conjuntos de decenas, millares, millones o miles de millones de estrellas, que se ven como puntos luminosos porque están increíblemente lejos de nosotros, otros son planetas y otros sí son estrellas de verdad. El Sol es una estrella de tipo bastante común, y hace rato que perdió su estatus de centro del universo.

Contemplar el cielo estrellado es cada vez menos frecuente. La misma tecnología que ha permitido a los astrónomos escudriñar los confines del universo y descubrir la naturaleza de los astros priva a otras personas de contemplar un cielo estrellado al contaminar el cielo con iluminación innecesaria o al producir cosas como la televisión que nos convierte en papas de sillón. Pero la decisión es suya: anímese a ver el cielo, y recuerde que un fondo oscuro salpicado de astros, un cielo estrellado, tiene mucho que decirnos sobre el universo y sobre nosotros mismos.

viernes, 6 de marzo de 2009

...y tiritan, azules, los astros, a lo lejos...

A finales de enero anduve por San Salvador, invitado por ASTRO, la asociación salvadoreña de astronomía, a participar en el lanzamiento del año internacional de la astronomía. Bien organizado el evento, y como de costumbre, los guanacos nos trataron a cuerpo de rey.

Riccardo Giovanelli dio una interesante plática a la que tituló "Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos...", tomando prestado un verso del Poema 20. De allí me nació la idea de escribir estas divagaciones.

Divagaciones sobre el Poema 20 y la Astronomía:
I. La noche está estrellada.


En nuestos días la observación astronómica hace uso de sofisticados instrumentos que, en forma automática, generan Terabytes y más Terabytes de datos en los que los astrofísicos buscan ansiosamente respuesta a las innumerables preguntas que ha generado el interés humano por conocer la realidad externa, el Universo.

Pero no siempre fue así. La astronomía es una ciencia muy vieja, y durante la mayor parte de su historia las observaciones se hicieron "a ojo pelón", y así se descubrieron cosas como los planetas Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno, la supernova SN1054 que los chinos observaron allá por el año 1054 d.C., las magnitudes estelares que se inventó Hiparco (quien también descubrió la precesión de los equinoccios) y el movimiento de los astros en general, incluyendo el de los planetas.

Las primeras observaciones usando un telescopio, hechas por Galileo Galilei hace 400 años, y las que se han venido haciendo desde entonces con instrumentos cada vez más precisos y de mayor alcance, han revelado un universo que ninguno de los filósofos, artistas o científicos anteriores al siglo XVII había imaginado ni en sus más eufóricas y descabelladas fantasías. De eso les hablaré en otra ocasión. Hoy quiero platicarles sobre cómo las observaciones hechas a ojo pelón, hasta aquellas que parecen triviales, tienen profundas consecuencias sobre lo que sabemos y lo que ignoramos del universo que, como reza el lema del año internacional de la astronomía, que se celebra este año, "es tuyo, para descubrirlo".

Tomemos, por ejemplo, algunos versos del famosísimo Poema 20, de Pablo Neruda:

Escribir, por ejemplo: "la noche está estrellada
y tiritan azules, los astros, a lo lejos"...

La noche está estrellada

Elemental, mi querido Watson: de día, la luz del Sol es tan intensa que no deja ver ningún otro astro, excepto la Luna. Pero de noche, cuando llega la oscuridad que produce tantos temores a los espíritus débiles que temen la aparición de los íncubos y los súcubos, podemos ver las estrellas contra el fondo oscuro del cielo nocturno.

Allá por 1823, Wilhelm Olbers se preguntó porqué, habiendo tantas estrellas, muchas de ellas más brillantes que el mismo Sol, el cielo nocturno es oscuro. Imaginó el universo como un "bosque de estrellas" y concluyó que, de la misma manera que una persona dentro de un bosque suficientemente grande no verá más que el tronco de algún árbole en cualquier dirección, un observador terrestre debería ver la superficie de alguna estrella en cada dirección, es decir, el cielo nocturno debería ser tan brillante como la superficie de una estrella.

Pero el cielo nocturno es oscuro. La simple observación de que "el cielo está estrellado" nos dice que hay algo incorrecto en el razonamiento de Olbers y nos obliga a examinar con más detalle lo que sabemos --o creemos saber-- sobre el universo.

¿Qué tan grande y viejo es el Universo? ¿Desde cuándo hay astros, cuántos son y cómo se distribuyen? Los mitos de creación existentes en muchas culturas y religiones señalan un origen para el universo y el orden en el que se crearon todas las cosas y los seres que contiene, pero en la époco de Olbers el pensamiento científico estaba dominado por la idea de que el universo es infinito, eterno, uniforme e inmutable. Todo estaba basado en la observación y el razonamiento, pilares fundamentales de la ciencia desde los griegos. A fin de cuentas, a excepción de un par de eventos aislados, posiblemente atribuibles a causas locales, no se habían observado cambios en el orden del cielo durante siglos o milenios, ni se había encontrado razones para creer que el universo tuviera un límite, un principio, o un final.

Pero, ya lo dijimos, el cielo nocturno es oscuro. Y no debería ser así en el universo que imaginaban los científicos del siglo XIX. A esta contradicción se le llamó "paradoja de Olbers".

¿Qué hacer? Los científicos son gente decente: buscan las soluciones a los problemas, en lugar de "meter la basura bajo la alfombra" ocultando los hechos. Hubo varios intentos de resolver la paradoja de Olbers, por ejemplo, imaginar nubes oscuras capaces de absorber la luz de astros lejanos y oscurecer el cielo, pero esto no funciona porque una nube que absorbiera energía continuamente durante un tiempo muy largo se calentaría hasta el punto de empezar a emitir luz. También se intentó postular que la luz "se cansa" y pierde su energía al propagarse sobre distancias muy grandes, pero esto no tiene ninguna base experimental. La única salida parece ser abandonar las ideas sobre un universo estático, uniforme, eterno e infninto.

En los modelos cosmológicos modernos, el universo no es eterno: tiene una edad de cerca de 14,000 millones de años, y las galaxias, que son las principales fuentes de la luz que nos llega desde los confines del universo, no han existido siempre. No vemos las galaxias más allá de cierto punto porque la luz no ha tenido tiempo --desde que nació la galaxia-- para llegar hasta nosotros. Así, aunque el universo fuera infinito, sólo vemos una parte de él. Esta es la principal razón por la que el cielo es oscuro. Otro factor, menos importante pero que también pone su granito de arena, es la expansión del universo, que produce pérdidas en la energía de la luz al propagarse; es un efecto conocido como "corrimiento al rojo", parecido al de la luz cansada, con la gran diferencia de que el corrimiento al rojo sí tiene base observacional y experimental.

Lo interesante es que una observación casi trivial, el simple hecho de que "la noche está estrellada", es una fuente de importantes cuestionamientos sobre las propiedades fundamentales del universo, nos obliga a pensar seriamente. La moraleja: aún las observaciones más simples pueden enseñarnos mucho, además de inspirar hermosos poemas. Y todavía nos falta platicar sobre todo lo que podemos aprender al observar que los astros tiritan, que son azules, que están lejos... pero todo esto será contado en otra ocasión.