lunes, 9 de junio de 2008

Crónicas de Copán: el Primer Día



Hace un par de semanas, días más días menos, visitamos las ruinas de Copán con algunos amigos. Paseamos un poco por el pueblo, que es pequeño pero encantador, fuimos al parque arqueológico y a los museos, comimos y bebimos, nos pusimos malos y volvimos a ponernos buenos, platicamos y reímos, todo eso en sólo un par de días. Nadie puede decir que perdimos el tiempo.

El Chino Zamboni organizó las cosas en Guatemala, y el viernes 23 de mayo, poco después del mediodía, llegaron a Copán el Rana, el Chaly, el Marciano, el Mudo, el Bigotes, el Q-lón, el Pichi, el Chino, el General Pérez y el chafa Godoy en un bus con aire acondicionado y hielera extra large. Yo, que viajé desde Tegucigalpa, llegué por la tarde, cuando ya los muchachos venían de regreso de las Carninas Nía Lola, y antes de tomar posesión de mi cuarto ya me habían servido un buen trago y no tardaron en aparecer sobre la mesa los restos de los chicharrones y las carnitas que también vineron en el bus. Allí, a la orilla de algo que no se sabe si es una piscina subdesarrolada o un jacuzzi sobrealimentado, pasamos las primeras horas de nuestro encuentro. ¿Cómo contar aquí la enorme alegría que sentí al ver a estos viejos amigos? No lo sé, pero créanme que me sentí feliz.

Nos tomamos unos buenos tragos de güisqui, ron blanco y ron canche mientras nos poníamos al día. A mí no me gusta beber en esos vasitos deshechables de plástico, blancos, por muchas razones: se produce mucha basura, porque la gente tiende a estrenar vaso cada vez que se les termina el trago o que lo dejan abandonado por allí sin poder reconocerlo después. Además, a mí me gustan los tragos en vaso grande, con mucho hielo, no en esos vasos microscópicos en los que si cabe el hielo no cabe el guaro, y si cabe el guaro no cabe el mezclador. Y para colmo, esos vasos huelen mal, no dejan que se mire el trago ni producen el ¡tilín! de las copas al chocar, con lo que se excluyen tres sentidos, la vista, el olfato y el oído, del placer de beber. Intolerable. Pero tampoco vamos a dejar de beber por esos detalles.

Por la noche salimos a buscar comida y fuimos a dar a la periferia de Copán Ruinas, la "zona roja" que concentra, afortunadamente lejos del centro, la bulla discotequera y el chupa-turismo de los viajeros que, vayan a donde vayan, hacen lo mismo que harían a unas cuadras de su casa: buscar el ruido y el relajo, o producirlos. Cuando el cansancio del viaje y los leves excesos en la comida y la bebida empezaron a hacer mella, nos fuimos a dormir. Ni siquiera intentamos ver la documental, sobre cómo se descifraron los glifos mayas, que Mario Blanco nos mandó desde California.

3 comentarios:

fbarralaga dijo...

Excelente ciudad para su reencuentro. Esos viajes deberiamos hacerlos en forma cientifica en el Depto de Fisica... yo me apunto!

Gustavo A. Ponce dijo...

Pues yo también, ya ve con qué facilidad nos organizamos para viajar a Gracias, Lempira, cuando se casó Jacobo. Con un poco de voluntad y unos devaluados Lempiras, nos lanzamos.

Janpedrano dijo...

Hola Gustavo, muy buen articulo que describe el inicio de su aventura en Copan. Solo de mi papa me acuerdo cuando en las fiestas se tomaba su trago y ya sea con el mezclador o el dedo producía el "tilin".

Saludos